Design Thinking: El mindset del diseño para el trabajo del futuro

28 de septiembre, 2021
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El Design Thinking ha llegado para quedarse y no solo en el ámbito creativo. La metodología de pensamiento disruptivo trasciende el gremio de diseñadores para meterse de lleno en el universo empresarial como una herramienta ágil y eficaz a la hora de resolver problemas y tomar decisiones.

¿Qué es el Design Thinking?

Literalmente, se traduciría como “pensamiento de diseño”; o en un lenguaje más cotidiano, “pensar como lo haría un diseñador”. ¿Y cómo piensa un diseñador? Pues, primero conoce y entiende el problema a resolver y luego abre su mente para buscar soluciones disruptivas, sin miedo y sin prejuicios, y siempre optimizando los recursos disponibles de una manera metódica. (1)

Hay mucha bibliografía al respecto y dependiendo del entorno profesional, el enfoque de la definición será uno u otro; pero en lo que todas coinciden es en que estamos ante un método y como tal, tiene sus fases.

Fases del método Design Thinking

En general, el Design Thinking se divide en cuatro fases:

BRIEFING

La empatía es fundamental para el buen desarrollo de un proyecto creativo. Si no conocemos el problema, difícilmente vamos a dar con la solución óptima. Y conocer el problema significa ponerse en la piel de quien la solución necesita para, realmente, vislumbrar la necesidad de una forma esencial. Sin briefing, no hay solución (a menos que tengas muchísima suerte).

INSPIRACIÓN

Investigación, análisis de la competencia, etc. Se llame como se llame, aquí lo que hace falta es identificar qué es lo que se hace alrededor, es decir, ¿ha existido antes este mismo problema? ¿cómo lo han resuelto otros? ¿podemos encontrar otras referencias? Y no para copiar sino para aprender. Este paso termina con la definición de diferentes vías de trabajo que desembocará en las alternativas o prototipos (a veces es necesario volver a la fase anterior para recabar más información).

CREACIÓN

Bucle compuesto por tres pasos (todos ellos pensados para hacerlos en equipo, pero también se pueden usar a nivel individual).

Ideación: Muchos son los métodos (brainstorming, provocación, moodboard, etc.) pero solo uno es el objetivo final, abrir puertas conceptuales que terminen en soluciones tangibles. El sentido de la ideación será siempre convergente, es decir, de lo elevado a lo terrenal y para ello, es imprescindible abrir la mente y liberarla de prejuicios (salirse de la zona de confort, pensar out of the box). Alguien que juzga las opiniones de los demás, por muy descabelladas que parezcan, no será un buen compañero de equipo durante una sesión creativa (la risa es un componente vital).

Prototipado: En base a las ideas recogidas en la ideación, se generan varias alternativas.

Test: Antes de lanzarse al desarrollo de las mismas, hay que asegurarse de que las alternativas son realistas y responden honestamente a las necesidades planteadas en el briefing.

DESARROLLO

Se elige una de las propuestas y se ejecuta hasta el final siguiendo el camino pertinente en función del tipo de producto o servicio que se esté diseñando.

Estas fases se han ido adaptando a los diferentes campos profesionales durante el paso de los años. Por ejemplo, no es exactamente igual la fase de inspiración en un proyecto de diseño gráfico que en uno de servicios de innovación o de marketing. De la misma forma que, en función de la envergadura del proyecto, se puede profundizar más o menos en cada uno de los estados. El proceso puede cambiar en el detalle pero la base es siempre la misma:

CONOCER – ABRIR – CONVERGER – DESARROLLAR

Y es que el día a día hace que sea bastante complicado aplicar el Design Thinking de forma fiel. El factor tiempo suele ponerse en contra o quizá no disponemos de un equipo estable de trabajo… Pero lo que sí está claro es que conocer y poner la intención de practicar el método es una actitud muy saludable. Se trata de tenerlo presente para generar un hábito; de la misma forma que, por ejemplo, de niños nos enseñan a lavarnos los dientes aun sabiendo que a lo largo de la vida habrá muchas veces que lo hagamos a medias o, directamente, nos lo saltemos.

El Design Thinking como herramienta contra la incertidumbre

El Design Thinking no es infalible ni tan siquiera imprescindible para solventar con éxito las necesidades del trabajo del siglo XXI, pero sí que te hace pensar diferente y, sobre todo, te libera del estrés que puede generar la incertidumbre en el desarrollo de las labores profesionales. Sería algo así como afirmar: 

“No temo las necesidades que puedan surgir porque tengo el Design Thinking en mi mano”

Puedes no estar inspirado o sentirse incapaz por causas ajenas, pero si se aplica el método, tienes muchas más posibilidades de resolver cualquier contratiempo con ideas frescas que ni tú mismo te creías capaz de concebir. Pueden ser proyectos grandes o pequeñas tareas de solo unas horas y las necesidades de los clientes pueden surgir en un campo familiar o en otro más hostil. Siempre podemos partir de los pilares clave del proceso e ir profundizando o añadiendo piezas en función de las circunstancias y de las estrategias de marketing relacional que busquemos aplicar.

Otras metodologías complementarias

Pero no solo existe el Design Thinking como herramienta para solventar de forma metódica un problema de índole profesional. El que nos ocupa viene de un entorno eminentemente creativo, pero en la actualidad encontramos numerosos protocolos como la Metodología Agile, Scrum, Sprint, etc., que suponen una nueva forma de entender la realidad empresarial; entendiendo los problemas y contratiempos como una parte vital de la misma que, lejos de combatirlos, sale mucho más rentable aceptarlos y tomarlos como oportunidades. 

Y todas estas herramientas confluyen en lo mismo: no es tan importante conocer su método al detalle sino tenerlas como referente y aplicarlas siempre que se pueda o, al menos, aplicar sus bases en la medida de lo posible. Al final, se trata de adoptar una filosofía frente a los nuevos retos profesionales más que de la ejecución sistemática de una serie de pasos.

El Design Thinking sienta una base necesaria en un mundo laboral todavía muy anquilosado en la visualización del diseñador como artista. Si un creativo es un artista, el mundo entero tiene derecho a juzgar la obra en base a sus gustos personales; pero ni el diseñador tiene porqué ser necesariamente un artista, ni tampoco a la inversa. En un entorno corporativo, el diseñador sigue un método para dar con soluciones sólidas y objetivas. Y de la misma forma que si un diseño no se puede argumentar de forma racional no es un buen diseño, en un proyecto creativo tampoco deberían aceptarse críticas subjetivas en base a gustos personales que, normalmente, nos desvían del proyecto y enturbian el ágil proceso de diseño. 

En el arte todo vale. En el diseño no. 

 

(1) Me atrevería a afirmar que el buen diseñador es aquel que aúna los perfiles de artista y de ingeniero; el primero, libre y romántico y el último, metódico y académico.

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